El otro día me acordaba del anuncio de Mastercard, y pensé:
"Una cena para dos en un restaurante, 50 yuanes. Habitación doble con todo tipo de prestaciones, 150 yuanes. Una botella de whisky en la discoteca más cara de la ciudad, 500 yuanes. Encontrar a un chino que entienda lo que esta pasando en China... no tiene precio."
Y es que es verdad. Todos los días, a todo momento, te encuentras a chinos estafadores, taxistas corruptos, mafiosos chinos, mujeres buscando marido utilizando como único criterio el patrimonio del chino... Aquí las relaciones significan dinero, toooooodo gira en torno al dinero, y hay que acostumbrarse y aceptarlo. Pero claro, cuando encuentras a un chino o china (que son menos, lamento decir), que sabe lo que esta pasando en China... joder, es que de verdad no tiene precio. Es increíble que alguien pueda salir vivo del lavado de cerebro constante que se vive aquí. Es tan dificil encontrar a alguien que vea que las cosas pueden ser de otra manera que les da un mérito increíble. Para nosotros es tan fácil posicionarse políticamente que casi no tiene mérito... pero aquí, joder, hay que tener mucho coraje y muchisimo coco.
Una vez leí que los taxistas son el máximo representante de lo que ocurre en la ciudad, de la clase de personas que caminan por la ciudad. Hombres, mujeres, jóvenes, adultos, campesinos, licenciados... en serio, hay de todo. Ayer me trajo a casa un licenciado en comercio, y estuvimos hablando en inglés casi todo el tiempo, y yo pensando "¿qué haces aquí hablando chino e inglés?".
Aquí el horario de trabajo de los taxistas tiene tela. Trabajan desde las 7 de la mañana hasta las 7 de la mañana del día siguiente, 24h non-stop, descansando el segundo día, y al tercer día otra vez a hacer 24h de trabajo, y sucesivamente. El sueldo ronda los 2.000 yuanes, poco más de 200€ al mes.
El otro día me fui a ver pisos, y cuando estaba reventado, llamé un taxi y me subí. El taxista era uno de los chinos más feos que recuerdo, y hablaba fatal. Le digo la dirección, y se pone en marcha. Nada más arrancar, veo que toma el camino equivocado: si el destino estaba al Norte, el se va para el Sur, sin corte.
Yo: "Oye, que no es por ahi, que se como ir".
El: "Oh, sisisi, es verdad", y toma el camino correcto otra vez.
Yo: "Venga, no me times que se como ir, va".
El: "Que no que no, que yo no te timo".
Pasan unos 3-4 minutos, cambia el camino, y se pone a bordear otra vez.
Yo: "Otra vez mintiendo? Para el coche".
El: "Que no te miento, que no te miento!!!!".
Me bajé y me subí a otro taxi. Nada más subirme le digo al hombre: "mira que acabo de bajarme de un taxi timador, no me times tu también". El tio me asegura que no, que el no me engaña. Arranca el taxi, y toma el camino correcto. Pasados unos minutos, me empieza a comentar lo mal que está que los taxistas nos timen por ser extranjeros, la mala imagen que da de China, le digo que si y tal, que me pasa siempre.
Al final el chino resultó ser un jefe. Me contó que Chengdu es 3 veces más grande ahora que hace 15 años, y que sigue creciendo a un ritmo terrible. Que Chengdu tiene 9 millones de habitantes y 2 millones de coches, que el tráfico es malísimo y que la polución es terrible. Que los pisos duplican el precio año tras año. Que el sabe que la crisis está destrozando occidente, pero en China sólo algunas ciudades están sufriendo (guangdong, shanghai, zhejiang, guangzhou... todas de la misma zona), que Chengdu ni la nota ni la va a notar. Que el yuan está demasiado barato. En definitiva, el chino estaba acojonado por como están saliendo las cosas en China, que está yendo todo demasiado rápido, y que cree que lo van a pagar tarde o temprano.
Cuando llegamos al destino, yo estaba super flipado. Por lo que me había contado, por haberlo entendido, y porque acababa de ver dos caras muy distintas de la sociedad. El contador marcaba 23 yuanes (10km). Saqué la billetera, le dí 30 yuanes y le dije que por las molestias. El tío me dijo "que no que no, ni de coña", y me dio el cambio.
Mientras que la mayoría te timan y te faltan al respeto por unos céntimos, de repente aparece la antítesis, un chino cojonudo que te muestra la otra cara totalmente diferente.
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