Extraído de "La importancia de vivir"(生活的藝術), de Lin Yutang.
Lo más sorprendente que hay en el hombre es su ideal del trabajo, y la cantidad de trabajo que se impone a sí mismo, o que le ha impuesto la civilización. Toda la naturaleza se dedica a la holganza, y sólo el hombre trabaja por su sustento. Trabaja porque tiene que hacerlo, porque con el progreso de la civilización, la vida se hace más compleja, con deberes, responsabilidades, temores, inhibiciones y ambiciones, no nacidas de la naturaleza, sino de la sociedad humana.
Mientras estoy aquí sentado ante mi escritorio, una paloma vuela en torno al campanario de una iglesia, frente a mi ventana, sin preocuparse por lo que va a tener para el almuerzo. Sé que mi almuerzo es cosa más complicada que el de la paloma, y que los pocos artículos alimenticios que tomo afectan a miles de personas en su trabajo y un complicado sistema de cultivo, venta, transporte, entrega y preparación. Por eso es que cuesta más al hombre que a los animales conseguir comida.
La humanidad tiene sus ventajas, bien lo sé: los placeres del conocimiento, los deleites de la conversación y las alegrías de la imaginación como, por ejemplo, presenciar una obra de teatro. Pero sigue en pie el hecho esencial de que la vida humana se ha complicado en demasía, y la cuestión de alimentarnos, directa o indirectamente, ocupa mucho más del noventa por ciento de nuestras actividades humanas. La civilización es sobre todo el problema de obtener comida, y el progreso es ese camino que hace cada vez más difícil obtener la comida.
El peligro es que nos civilicemos en exceso y lleguemos al punto, como hemos llegado ya en verdad, de que obtener la comida sea tan penoso que perdamos el apetito en el proceso de conseguirla.
Cada vez que veo el horizonte de una ciudad me asusto. Al mirar hacia abajo, a la calle, veo una extensión de paredes grises, o de rojos ladrillos descoloridos, con ventanas pequeñas, oscuras y uniformes, en filas iguales, a medias abiertas y a medias ocultas por cortinas, y quizás en un alféizar una botella de leche y unas pocas macetas con enfermizas florecillas en otras. Al levantar la vista veo filas sobre filas de techos, millas de techos extendidos en feos contornos cuadrados hacia la distancia. más tanques de agua, más casas de ladrillos. Y la humanidad vive aquí. ¿Cómo vive cada familia detrás de esas sombrías ventanas?¿En qué trabajan para vivir? Es pasmoso. Detrás de cada dos o tres ventanas, una pareja va a la cama noche a noche, despiertan y toman el café matinal, y el marido sale a la calle, a buscar pan para la familia, mientras la esposa trata presistente de barrer el polvo y mantener limpio su lugarcito. A las cuatro o cinco de la tarde salen a sus umbrales para conversar con sus vecinos, para mirarlos y tomar un poco de aire fresco. Cae después la noche, están muertos de cansancio y otra vez van a dormir. ¡Y así viven!
Hay otras gentes, más acomodadas, que viven en mejores departamentos. Habitaciones más "artísticas", más hermosas pantallas en las luces. Tienen un poco más de espacio. ¡Alquilar un departamento de siete habitaciones, y no hablemos de poseerlo, se considera un lujo! Pero no implica más felicidad. Menos preocupación financiera y no tantas deudas en que pensar, es cierto. Pero, también, más complicaciones emocionales, más divorcios, más maridos que no vuelven a casa de noche, y más parejas que van a merodear juntas de noche, buscando alguna forma de disipación. La palabra es diversión. ¡Claro que necesitan una diversión de esas monótonas, esas uniformes paredes de ladrillos, y esos pulidos pisos de madera! Por consiguiente, más neurastenia, más aspirina, más enfermedades costosas, más colitis, apendicitis y dispepsia, más cerebros ablandados y más hígados endurecidos, más duodenos ulcerados e intestinos lacerados, estómagos sobrecargados y riñones excedidos, vejigas inflamadas y bazos maltratados, corazones dilatados y nervios destruidos, alta presión arterial, más diabetes, enfermedad de Bright, paludismo, insomnio, arteriosclerosis, hemorroides, fistulas, disentería crónica, constipación crónica, pérdida de apetito y cansancio de la vida. Para hacer perfecto el cuadro, más perros y menos niños. La cuestión de la felicidad depende enteramente de la cualidad y temperamento de los hombres y mujeres que viven en estos elegantes departamentos. Algunos tienen, por cierto, una linda vida; otros no. Pero, en conjunto, quizá sean menos felices que la gente trabajadora,; tienen más ennui y más tedio. De modo, pues, que la gente trabaja mucho en el campo para poder ir a la ciudad a fin de ganar suficiente dinero y volver otra vez al campo.
Y al dar un paseo por la ciudad vemos que detrás de la avenida principal, con salones de belleza, florerías y agencias de navegación, hay otra calle con droguerías, almacenes, ferreterías, peluquerías, lavaderos, restaurantes. Ambulamos durante una hora, y si estamos en una ciudad grande, no hemos salido de ella; sólo se ven más calles, más droguerías, almacenes, ferreterías, peluquerías, lavaderos y restaurantes. ¿Cómo se gana la vida esa gente? ¿Por qué ha venido aquí? Muy sencillo. Los lavanderos lavan la ropa de los peluqueros y mozos de restaurante, los mozos de restaurante atienden a los peluqueros y a los empleados del lavadero mientras comen, y los peluqueros cortan el cabello a los lavanderos y camareros. Esto es la civilización. ¿No es asombroso? Apostaría a que algunos de los lavanderos, peluqueros y camareros jamás se aventuran diez cuadras más allá del lugar donde trabajan la vida entera. Gracias a Dios que tienen por lo menos el cinematógrafo, donde pueden ver pájaros cantar y árboles que crecen y se mueven en la pantalla. Turquía, Egipto, los montes Himalayas, los Andes, tormentas, naufragios, ceremonias de coronación, hormigas, orugas, ratas almizcleras, una lucha entre lagartos y escorpiones, colinas, olas, arenas, nubes y hasta la luna: ¡todo en la pantalla!
¡Cuán inescrutable es la civilización en que los hombres laboran y trabajan y se preocupan hasta encarnecer, por conseguir el sustento y se olvidan de jugar!
Concluyo con una frase sobre Laoze:
Laoze ha sido falsamente acusado de ser hostil a la vida; por el contrario, creo que enseñó a renunciar a la vida del mundo precisamente porque amaba con tanta ternura a la vida que no podía admitir que el arte de vivir degenerara en el simple negocio de vivir.
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